No son ni una, ni dos, ni tres, las empresas que por una u otra razón tienen hornos en sus fábricas. Máquinas que calientan materiales para hacerlos moldeables o para cualquier otro motivo. Muchos de nosotros hemos aprendido algunos de esos usos a través de programas de televisión del estilo a “cómo lo hacen” y otros no tenemos ni idea de cómo o para qué pueden llegar a usar esos hornos.
Hace pocos años, comprobar el estado del producto o material que introducías dentro de aquellos hornos era prácticamente imposible. La única solución, tanto para la empresa como para el trabajador, era esperar a sacarlo del interior de la máquina y verlo para comprobar si se había hecho el trabajo que necesitábamos o no. Actualmente, con todos los avances tecnológicos, esto ha cambiado y podemos recurrir a este tipo de cámaras termográficas fijas que nos permiten observar el proceso que tiene lugar dentro de los hornos. Además, son una herramienta de seguridad puesto que algunas de ellas, la mayoría, incorpora sensores para la detección precoz de un incendio y para mediciones en la industria y la investigación.
Ibertronix es la empresa que las comercializa, una ingeniería especializada en la medición de temperatura mediante sistemas termográficos y en la visualización en el interior de hornos.
Uno de los principales motivos por los que algunas fábricas incorporan estos hornos en su cadena de trabajo es porque necesitan moldear el metal. Obviamente hay metales de todo tipo, dureza y grosor pero, por regla general, las piezas y productos fabricados con metal tienen mayor dificultad a la hora de producirlos puesto que no se puede crear una plancha que fabrique una pieza metalúrgica como sí hacemos con el plástico a través de una plancha. Por eso es tan importante la instalación de un horno de estas características y de una cámara o ventana que permita la visualización del interior del mismo con el fin de poder llevar un control de lo que ocurre en su interior.
Un pueblo alfarero de película
Uno de los primeras lugares en utilizar estos potentes hornos en España fue Agost, un pueblo alicantino que Yul Brynner, catapultó a la fama al rodar allí “EL regreso de los siete magníficos”. Agost es un pueblo alfarero, un pueblo de tradición cerámica cuyas fábricas han tirado de hornos para secar el barro y cocerlo desde hace siglos y que, en la actualidad, gracias a las cámaras termográficas y los pirómetros, han conseguido una mayor producción y mayor facilidad a la hora de seguir con este trabajo artesanal y tradicional. Este año, tras medio siglo, se cumple el 50 aniversario del rodaje internacional en la sierra de La Murta de dicho film y por eso se está preparando una exposición para julio con rutas en carro pro los escenarios, un concierto y un mercadillo del Oeste. Todo un acontecimiento que los vecinos de los alrededores no pueden perderse.